Mercosur: falta de homogeneidad en los modelos económicos de sus países
El Mercado Común del Sur (Mercosur), creado en 1991 mediante el Tratado de Asunción, nació con el objetivo de consolidar un bloque regional que favorezca la integración económica, política y social entre sus países miembros. Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay fueron los fundadores, mientras que Venezuela se incorporó en 2012 pero se encuentra suspendida desde 2017. Bolivia, tras largos procesos, fue aceptada como miembro pleno en 2023. A más de tres décadas de su creación, el Mercosur sigue enfrentando tensiones internas, desafíos externos y una pregunta fundamental: ¿sigue teniendo vigencia como bloque de integración regional en un mundo cada vez más interconectado y competitivo?
El Mercosur en cifras y realidad actual
Actualmente, el Mercosur representa un mercado de más de 300 millones de habitantes y un PBI conjunto superior a los 2 billones de dólares, lo que lo posiciona como uno de los bloques económicos más relevantes del hemisferio sur. Sin embargo, sus resultados en términos de integración comercial distan mucho de los objetivos iniciales.
Mientras que la Unión Europea (UE) realiza alrededor del 60% de su comercio intrarregional, en el Mercosur ese porcentaje rara vez supera el 15%. Esto significa que la mayor parte de las exportaciones e importaciones de los países miembros no se dirigen a sus socios del bloque, sino a otras economías más dinámicas como Estados Unidos, China o la propia UE. Esta cifra revela una integración débil, marcada por políticas económicas divergentes y tensiones comerciales recurrentes.
Tensiones internas: modelos económicos en disputa
Uno de los grandes problemas del Mercosur es la falta de homogeneidad en los modelos económicos de sus países.
- Brasil, con un peso económico que representa más del 70% del PBI del bloque, suele impulsar políticas de apertura selectiva, priorizando su industria automotriz y agrícola.
- Argentina, en medio de recurrentes crisis macroeconómicas, suele tener una postura más proteccionista, defendiendo aranceles elevados para resguardar su industria local.
- Uruguay reclama mayor flexibilidad para negociar acuerdos comerciales por fuera del bloque, especialmente con potencias como China, algo que choca con la regla del consenso que rige en el Mercosur.
- Paraguay, más enfocado en la producción agroindustrial, busca mayor dinamismo y menos burocracia en la toma de decisiones.
- Bolivia, recientemente incorporada, enfrenta el reto de alinearse a un esquema en el que su economía aún depende en gran medida de la exportación de gas y minerales.
Estas diferencias hacen que cada cumbre del Mercosur sea escenario de fuertes debates sobre el rumbo del bloque. La falta de consenso ha frenado acuerdos, como el tratado de libre comercio con la Unión Europea, que lleva más de 20 años de negociaciones.
El acuerdo Mercosur – Unión Europea: ¿un sueño inconcluso?
Uno de los hitos más importantes en la historia del Mercosur fue el anuncio, en 2019, de la firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Sin embargo, lejos de consolidarse, el tratado está prácticamente estancado.
Las principales trabas provienen de la resistencia europea a abrir completamente su mercado agrícola y de las críticas ambientales hacia Brasil, especialmente durante la gestión de Jair Bolsonaro, por la deforestación en la Amazonía. Del lado del Mercosur, las dudas están ligadas a la capacidad de competir de sectores industriales que temen una avalancha de productos europeos de mayor calidad y menor costo.
Hoy, a mediados de la década de 2020, el acuerdo se encuentra en un limbo. Ni la UE ni el Mercosur han dado pasos decisivos para su ratificación, lo que genera incertidumbre sobre el futuro de uno de los pactos comerciales más ambiciosos de la historia reciente.
Los desafíos externos: competencia global y nuevas alianzas

El Mercosur enfrenta también el reto de reposicionarse en un mundo multipolar. Mientras China consolida su influencia en América Latina como principal socio comercial e inversor en infraestructura, el bloque sudamericano no ha definido una estrategia clara.
Países como Uruguay buscan acuerdos bilaterales con China, lo que podría debilitar la unidad del Mercosur. Al mismo tiempo, Estados Unidos intenta recuperar protagonismo en la región con propuestas de cooperación energética y tecnológica.
En este contexto, la falta de cohesión del Mercosur lo convierte en un actor débil frente a potencias globales. Mientras otros bloques avanzan en integración, como la ASEAN en Asia o la Alianza del Pacífico en Latinoamérica, el Mercosur aparece rezagado, atrapado en discusiones internas y en un marco institucional rígido.
Oportunidades para revitalizar el Mercosur
A pesar de las dificultades, el Mercosur aún tiene margen para fortalecerse si logra enfrentar con determinación sus desafíos. Algunas oportunidades claras son:
- Profundizar la integración intrarregional: mejorar la infraestructura, reducir trabas burocráticas y facilitar el comercio digital entre países miembros.
- Apostar por la complementariedad productiva: en lugar de competir, generar cadenas de valor conjuntas en sectores estratégicos como energía, alimentos, litio y biotecnología.
- Flexibilizar la estructura de negociación: permitir que países interesados avancen en acuerdos bilaterales sin paralizar al bloque.
- Consolidar una agenda verde común: posicionar al Mercosur como referente en producción sustentable, algo interesante para acceder a los mercados internacionales más exigentes.
- Modernizar el arancel externo común: hacerlo más dinámico y acorde a la realidad global, evitando rigideces que perjudiquen a los socios más pequeños.
El Mercosur como proyecto político y social
Más allá de lo económico, el Mercosur también ha tenido un rol político y social relevante. Ha sido un espacio de diálogo democrático, de resolución pacífica de conflictos y de cooperación en temas como educación, salud y movilidad ciudadana. El acuerdo de residencia, que permite a los ciudadanos del bloque vivir y trabajar en cualquier país miembro, es uno de los logros más concretos en términos de integración real.
Sin embargo, estas dimensiones también requieren revitalización. El desafío es construir una identidad regional que trascienda las coyunturas políticas y económicas de cada país.