Canasta básica en Argentina: el espejo brutal de la pobreza que ya nadie puede esquivar
En la Argentina de hoy, el precio de la canasta básica se transformó en un reflejo crudo de la desigualdad, el deterioro del poder adquisitivo y la incapacidad del Estado para garantizar un piso mínimo de bienestar.
Cada nuevo informe del INDEC es una radiografía que duele: más familias bajo la línea de pobreza, más trabajadores formales que no logran cubrir el costo de vida, y una economía donde el sueldo promedio ya no alcanza ni para llenar el carrito del supermercado.
Pero detrás de los números hay personas. Y detrás de esas personas, una sociedad que, cada vez más, se acostumbra a vivir con menos.
¿Qué es la canasta básica y por qué importa tanto?
La canasta básica total (CBT) es el conjunto de bienes y servicios esenciales que necesita una familia tipo. Incluye alimentos, transporte, vestimenta, salud, educación y otros gastos básicos.
Por su parte, la canasta básica alimentaria (CBA) mide solo los productos necesarios para cubrir las necesidades calóricas mínimas, es decir, para no caer en la indigencia.
Ambas canastas funcionan como indicadores sociales clave:
- Si los ingresos de un hogar no alcanzan la CBA, se considera indigente.
- Si no llegan a la CBT, se lo considera pobre.
En la práctica, estos valores determinan el umbral entre la supervivencia y la exclusión social.
El golpe del 2025: una canasta que sube más rápido que los salarios
Durante 2025, el valor de la canasta básica siguió aumentando por encima de la inflación general. Según datos recientes, una familia tipo necesita más de $1.200.000 por mes para no ser pobre, mientras que el salario promedio formal apenas ronda los $900.000.
La brecha es evidente: trabajar ya no garantiza salir de la pobreza.
Esta situación define lo que muchos economistas llaman la “nueva pobreza estructural”, un fenómeno donde incluso sectores con empleo formal, educación y vivienda propia quedan atrapados en la fragilidad económica.
El fenómeno tiene tres causas principales:
- Desacople entre inflación y salarios. Los precios de alimentos, transporte y servicios crecen a un ritmo que los ingresos no logran seguir.
- Alta presión fiscal y bajos incentivos productivos. Las pymes y comercios que podrían generar empleo formal están ahogados.
- Distorsiones macroeconómicas. Devaluaciones, falta de crédito y dependencia de subsidios generan un círculo vicioso que alimenta la pobreza.
El precio de comer: alimentos que marcan la línea entre la pobreza y la indigencia
En los últimos meses, los aumentos más fuertes se registraron en alimentos esenciales: carne, pan, leche, frutas y verduras. Productos que componen la base de la canasta alimentaria.
Esto tiene un efecto devastador en los sectores más vulnerables, porque la comida representa más del 40% del gasto total de los hogares pobres.
Cuando los precios de los alimentos suben, la pobreza no tarda en subir también. De hecho, según estimaciones privadas, por cada 10% de aumento en los precios de la canasta alimentaria, la pobreza crece entre 2 y 3 puntos porcentuales.
La consecuencia social es directa:
- Niños que dejan de comer carne o frutas frescas.
- Familias que reemplazan marcas por segundas y terceras líneas.
- Hogares que se endeudan para comprar comida.
En paralelo, los comedores comunitarios y merenderos, especialmente en el conurbano bonaerense y el norte del país, vuelven a desbordarse.
El impacto psicológico y social: la normalización del empobrecimiento

Más allá de los indicadores técnicos, existe una dimensión silenciosa pero profunda: el impacto emocional y social de vivir en pobreza.
Las familias argentinas se acostumbran a “achicarse”: reducir porciones, dejar de salir, cambiar marcas, postergar vacaciones o tratamientos médicos.
La pobreza se vuelve una forma de vida, una especie de “nueva normalidad” que deteriora el tejido social y corroe la esperanza colectiva.
La frustración de quienes trabajan y no llegan a fin de mes genera desánimo y desconfianza. Y cuando una sociedad pierde la fe en el esfuerzo, pierde también su motor de desarrollo.
¿Qué puede hacerse para revertir el círculo?
Combatir la pobreza no se logra con parches ni bonos aislados. Se necesita un plan integral que combine estabilidad macroeconómica, incentivos productivos y políticas sociales inteligentes.
Algunas claves:
- Recuperar el poder adquisitivo real. Sin salarios que acompañen los precios, la pobreza seguirá creciendo.
- Bajar la inflación de forma sostenida. Sin control de precios, cualquier mejora es transitoria.
- Fomentar empleo formal. El Estado debe incentivar la contratación, reducir cargas impositivas y eliminar burocracia.
- Inversión en educación y conectividad. Las brechas tecnológicas y educativas profundizan la desigualdad.
- Reformular la asistencia social. Pasar del asistencialismo a la inclusión productiva: planes que capaciten, no que perpetúen la dependencia.
La canasta como espejo del fracaso estructural
La canasta básica es el espejo de una sociedad que tolera niveles de pobreza inaceptables.
Cada punto porcentual de aumento en el valor de la canasta refleja la pérdida de dignidad de miles de familias.
Mientras el salario mínimo no alcance para cubrir las necesidades básicas, mientras el empleo formal no garantice bienestar, y mientras la política siga discutiendo poder en lugar de soluciones, Argentina seguirá cayendo en su propio laberinto de pobreza estructural.
