Bonos CER: la inversión del momento o una trampa inflacionaria más
La economía argentina vive un momento de aparente calma. La inflación desacelera, el dólar oficial parece domado y el Gobierno celebra el regreso de un “orden fiscal” que durante años fue una utopía. Pero detrás de esa superficie se esconden tensiones latentes que podrían redefinir el mapa financiero del país en cuestión de meses.
En este contexto, muchos analistas y plataformas de inversión vuelven a señalar a los bonos CER (ajustados por inflación) como “la mejor inversión del momento”. Sin embargo, conviene mirar más allá del entusiasmo superficial y analizar qué tan sólida es realmente esa recomendación.
Qué son los bonos CER y por qué vuelven al centro de la escena
Los bonos CER son títulos públicos en pesos que ajustan su capital en función de la inflación oficial (medida por el IPC). Es decir, si los precios suben un 5% mensual, el capital del bono también se incrementa en esa proporción. En un país con inflación crónica, eso suena lógico y hasta tentador: protegerse de la pérdida del poder adquisitivo mientras se obtiene una renta.
No es la primera vez que estos instrumentos ganan protagonismo. Cada vez que la inflación se dispara y el Gobierno intenta recuperar credibilidad, los bonos CER reaparecen como refugio “razonable” para el ahorrista.
El problema es que en la Argentina, la historia tiende a repetirse, y lo que a corto plazo luce como una oportunidad puede transformarse, con el tiempo, en una trampa disfrazada de estabilidad.
Un contexto de aparente mejora, pero con pies de barro
El discurso oficial y parte del mercado celebran la desaceleración inflacionaria: de niveles mensuales del 15% en 2024 se pasó a registros del 2,5% o 3% en 2025. Sin embargo, esa caída no responde a una dinámica genuina de estabilidad, sino a una combinación de recesión profunda, atraso cambiario y licuación de salarios.
El consumo se desplomó y la brecha cambiaria se redujo a fuerza de controles. En ese escenario, la inflación bajó porque la economía se enfrió violentamente, no porque haya un equilibrio estructural.
Y ahí está la paradoja: los bonos CER se vuelven atractivos precisamente cuando el riesgo de distorsión es más alto. Si la inflación se dispara otra vez, suponen una cobertura; pero si el Gobierno manipula los índices o fuerza una devaluación brusca, el “ajuste por inflación” deja de ser un escudo y se convierte en un espejismo.
La ilusión del rendimiento real positivo
Varios informes de mercado estiman que los bonos CER rinden entre un 6% y un 10% anual por encima de la inflación proyectada. A primera vista, eso los posiciona como una alternativa interesante frente al dólar o el plazo fijo.
Pero hay un matiz clave: esas proyecciones dependen de que la inflación futura sea la que publica el INDEC, no la que realmente percibe la economía.
En los últimos años, las metodologías de medición han cambiado, los precios regulados se postergaron artificialmente y los ajustes tarifarios se dosificaron con criterios políticos. Por lo tanto, la indexación CER no siempre refleja la inflación real que vive el ciudadano de a pie.
En otras palabras, el bono puede ajustarse por un 25% anual mientras los precios de alimentos, alquileres y combustibles suben un 40%. Y el inversor, que creyó “cubrirse”, termina otra vez detrás de la curva.
Riesgo soberano: el fantasma que nunca desaparece
Otra cuestión ignorada en muchos análisis es el riesgo de crédito.
Invertir en bonos CER significa prestarle dinero al Estado argentino, que arrastra un largo historial de default, reperfilamientos y cambios unilaterales de condiciones. Desde 1989, ningún ciclo de endeudamiento local ha terminado sin algún tipo de reestructuración.
Aunque el discurso oficial apunta a la disciplina fiscal, los vencimientos de deuda en pesos crecen con fuerza. Si la economía no se reactiva, el Tesoro podría volver a financiarse con emisión o con refinanciaciones forzadas.
En ese caso, los bonos CER serían otra vez el instrumento utilizado para “patear” el problema, tal como ocurrió en 2020. El riesgo no es teórico: está implícito en cada contrato.

La manipulación posible: control de datos, tasas y expectativas
Uno de los principales peligros de indexar instrumentos financieros a un indicador estatal es que el Estado controla la regla del juego.
Si el Gobierno percibe que el pago de intereses ajustados por inflación compromete sus cuentas, puede influir indirectamente en el índice. Basta con congelar tarifas, postergar aumentos de combustibles o intervenir en el INDEC para reducir el “ajuste” de los bonos.
Esto ya ocurrió en otras etapas: la inflación real fue mayor que la publicada, y quienes tenían títulos atados al CER cobraron menos de lo que hubiesen obtenido con un ajuste más honesto.
Esa asimetría de información es el costo oculto de estos instrumentos: dependen de un indicador que no siempre refleja la verdad económica.
El espejismo de la estabilidad cambiaria
Otro factor clave es el tipo de cambio.
El actual esquema de control de divisas mantiene al dólar oficial relativamente estable, pero esa calma es artificial. Cuando el tipo de cambio se atrasa, el valor real de los bonos en pesos también se diluye en términos de dólares.
Así, el inversor que compra un bono CER puede creer que “gana” en moneda local, pero pierde poder de compra si la devaluación llega antes del vencimiento.
La experiencia argentina muestra que ningún congelamiento cambiario dura demasiado. Por eso, pensar que los bonos CER son un refugio absoluto es una ilusión: sirven como cobertura parcial en pesos, no como estrategia patrimonial de largo plazo.
Qué podría salir bien (si todo sale bien)
Para ser justos, los bonos CER no son un mal instrumento en sí. En un contexto de desinflación ordenada, baja del riesgo país y mejora de expectativas, podrían ofrecer rendimientos atractivos.
El problema es que esas condiciones todavía no existen.
Si el Gobierno logra sostener el equilibrio fiscal sin estrangular la economía, si las exportaciones crecen y si la inflación se mantiene dentro del rango del 25%, entonces sí: los bonos CER podrían transformarse en una inversión rentable y relativamente segura.
Pero ese es un escenario optimista que aún depende de demasiados “si”.
Refugio o espejismo
Los bonos CER se presentan hoy como la “inversión del momento” porque combinan cobertura contra inflación, rendimiento superior al plazo fijo y acceso sencillo desde cualquier broker. Pero se están ignorando tres riesgos fundamentales:
- Dependen de un índice que el propio Estado controla.
- Sufren con cualquier alteración del tipo de cambio.
- Están atados al compromiso de pago de un emisor históricamente incumplidor.
En un país sin moneda confiable ni horizonte político claro, apostar por bonos ajustados por inflación puede ser una jugada táctica, pero no estratégica.
Sirven para defenderse del presente, no para construir el futuro.
