El dólar bajo presión: por qué el gobierno lo contiene y hasta cuándo podrá hacerlo
Hablar del dólar es hablar de política, economía y hasta de cultura. La relación de los argentinos con la moneda estadounidense va mucho más allá del comercio internacional: es refugio de valor, ahorro familiar, precio de referencia y termómetro de estabilidad. Por eso, no sorprende que el gobierno actual despliegue una batería de medidas para contener su precio. La gran pregunta es: ¿hasta cuándo podrá sostenerlo?
La estrategia de frenar la escalada del dólar no es nueva, pero en el contexto inflacionario actual y con reservas internacionales limitadas, se transforma en una jugada arriesgada que mezcla economía y política en dosis iguales.

¿Por qué el gobierno contiene el dólar?
1. Inflación y expectativas
El principal motivo es frenar la inflación. En Argentina, el dólar funciona como “ancla nominal”: si la divisa sube demasiado, arrastra precios, tarifas y expectativas. El traslado a la inflación es casi inmediato, porque muchos bienes importados o con insumos dolarizados aumentan automáticamente.
Al mantener un dólar oficial más controlado, el gobierno intenta retrasar los aumentos y evitar un salto inflacionario que complique aún más la economía y el bolsillo de la gente.
2. Estabilidad política y social
El dólar en Argentina mueve la economía y la calle. Una suba brusca genera incertidumbre, pánico en los mercados y malestar social. Por eso, contenerlo se vuelve una estrategia política: se busca proyectar calma, especialmente en años de alta sensibilidad política o en momentos de definiciones clave en el Congreso.
3. Negociaciones internacionales
El valor del dólar también incide en los compromisos externos. Un salto fuerte podría complicar acuerdos con organismos como el FMI, ya que impacta en la relación deuda/PBI y en la capacidad de pago del país. Mantener el tipo de cambio bajo control otorga margen para negociar desde una posición más sólida.
¿Cómo lo contiene?
El gobierno utiliza distintas herramientas para frenar la escalada cambiaria:
- Intervención del Banco Central: se venden dólares de las reservas para satisfacer la demanda y evitar saltos bruscos.
- Cepo cambiario: se limita el acceso al dólar oficial, tanto para personas como para empresas, generando distintos tipos de cambio.
- Controles de importaciones: se restringen las compras externas para que no salgan dólares.
- Dólares financieros regulados: el MEP y el contado con liquidación tienen intervenciones indirectas que buscan mantenerlos bajo cierto rango.
Estas medidas logran contener la cotización en el corto plazo, pero generan costos crecientes: caída de reservas, mayor desconfianza de los inversores y distorsiones en el mercado interno.

¿Hasta cuándo se puede sostener?
La gran incógnita es cuánto tiempo más podrá el gobierno mantener el dólar bajo control sin que se produzca una corrección brusca.
1. Limitación de reservas
El Banco Central no tiene dólares infinitos. Cada vez que interviene, gasta parte de sus reservas. Cuando éstas se agotan o caen demasiado, el mercado lo percibe como una señal de debilidad, lo que dispara expectativas de devaluación.
2. Brecha cambiaria creciente
Una brecha elevada genera incentivos a la subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones, debilitando aún más la economía.
3. Presión inflacionaria
Si bien la contención del dólar sirve como freno parcial, la inflación sigue alimentándose de expectativas negativas. Esto hace que la estrategia de pisar el dólar tenga un techo: tarde o temprano, los precios internos obligan a un ajuste cambiario.
El dilema del corto plazo
En el corto plazo, es probable que el gobierno busque mantener el dólar bajo control al menos hasta fin de año. La estrategia es clara: evitar un salto brusco que ponga en riesgo la estabilidad social y política.
Sin embargo, la capacidad de sostener esta política depende de variables frágiles:
- Que las reservas internacionales no caigan en exceso.
- Que el mercado financiero no anticipe una devaluación masiva.
- Que el escenario político acompañe y no genere mayores turbulencias.
El equilibrio es inestable: cada intervención para calmar al dólar posterga, pero no elimina, el ajuste futuro.
¿Qué puede pasar después?
La experiencia argentina demuestra que las políticas de atraso cambiario terminan en un reacomodamiento brusco. La clave está en cuándo y cómo sucederá.
Si el gobierno logra llegar con cierta estabilidad hasta fin de año, podría aplicar una corrección más gradual a comienzos de 2026, utilizando un esquema de devaluaciones controladas (“crawling peg”) para evitar un shock.
En cambio, si la presión del mercado se adelanta, el salto podría llegar antes, forzando una devaluación más fuerte y desordenada.
El mercado ya descuenta que habrá una corrección, la única duda es si será ordenada o caótica. Mientras tanto, el gobierno apuesta a ganar tiempo, administrar expectativas y evitar que el dólar vuelva a convertirse en un disparador de crisis inmediatas.
El dólar está contenido, pero no domado. El peso argentino, debilitado por la inflación y la falta de confianza, seguirá presionando para que tarde o temprano el tipo de cambio se deslice hacia arriba.