La economía argentina enfrenta un momento de tensión financiera, impulsado por un reciente apretón monetario implementado por el Banco Central (BCRA). Este conjunto de medidas, que incluye un aumento en los encajes bancarios y su aplicación de manera diaria, sumado a penalidades más estrictas por incumplimientos, generó una drástica reducción de liquidez en el sistema financiero, indican desde Reuters.
Como resultado de estas restricciones, el Tesoro nacional emitió 3,79 billones de pesos (aproximadamente 2.931 millones de dólares) mediante la nueva letra “Tamar”, en un claro intento por absorber exceso de circulante. Esta medida impactó de lleno en las tasas de caución bursátil, que registraron una variabilidad extrema, pasando de un 2 % a un pico del 120 % anual en solo días.
En el plano cambiario, el peso mayorista se apreció levemente, mientras que el índice S&P Merval retrocedió un 1,25 % y los bonos soberanos en pesos bajaron un 0,3 %. Según la consultora Rava Bursátil, las nuevas exigencias sobre los encajes generaron “malestar en el sistema financiero” y limitan la actividad económica y el financiamiento empresarial.
Este endurecimiento monetario llega en un contexto particularmente delicado: el país se encuentra a menos de dos meses de las elecciones legislativas y busca preservar el valor del peso frente a presiones inflacionarias.

A mediano plazo, estas políticas pueden representar un arma de doble filo. Por un lado, si logran contener la expansión monetaria y estabilizar el tipo de cambio, podrían frenar un nuevo repunte inflacionario. Pero si la falta de liquidez persiste, las empresas podrían enfrentar mayores dificultades para financiarse, lo que podría frenar la inversión privada y desacelerar la actividad económica.
En el futuro, el desafío será encontrar el equilibrio entre estabilidad macro y dinamismo financiero. El Gobierno debe demostrar capacidad para mantener la disciplina monetaria sin ahogar el crédito y la actividad real.
Además, si el clima electoral desestabiliza aún más el ambiente financiero —generando incertidumbre sobre las perspectivas de política económica—, el BCRA podría verse obligado a aflojar ciertas restricciones, arriesgando un fuerte rebrote inflacionario.